Las Saltacombas
Marta y Julia son las saltacombas. Todos
las llaman así porque van siempre saltando a la comba, sujetando cada una de un
extremo de la cuerda, y así pasean por el patio, van y vuelven del colegio,
ven la tele y, cuando no hay una madre
para regañarlas, meriendan sin dejar de salta, con la mano que les queda
libre. Pero a punto estuvieron de dejar de ser tan amigas.
Un día,
volviendo del cole, Marta se paró de golpe y Julia casi se fue debruces contra el suelo. En el cristal de un coche, cogido con el limpiaparabrisas, había un cartel que decía: GRAN CAMPEONATO MUNICIPAL DE COMBA. Y luego, con letra más pequeña, explicaba que
podían presentarse participantes de cualquier edad y que habría dos premios: a
la originalidad y a la resistencia.
- ¿Qué es resistencia, Julia? —preguntó Marta.
- ¿Qué es municipal? —contestó Julia.
- ¿Qué es original? —dijeron a coro.
Y las dos se echaron a reír. Siguieron saltando hasta la
esquina donde se separaban siempre, se dieron un beso para despedirse y
Julia sacó su cuerda para ir hasta
casa y preguntarle a su padre qué era eso de resistencia.—Pues —le dijo él después de leer el papel— es un campeonato en el que gana el que más tiempo
aguante saltando. ¡Y déjalo ya, que le vas a dar a la lámpara!
Marta,
mientras tanto, había llegado a su casa y le preguntó a su madre qué era
municipal.—Pues es —dijo ella después de oír las explicaciones de la niña— un campeonato para
todo el municipio, para toda la ciudad. La mamá de
Marta se puso muy contenta y le prometió que el día de la competición le
haría unas coletas muy tirantes y le pondría lazos para que estuviera más guapa. El papá de Julia le dijo que qué bien, que le haría un plan de entrenamiento para que fuera la mejor, la que más resistiera. Para ganar.
Por la noche,
después de cenar, Julia se puso a dar saltos en el salón, para entrenar, pero
subió la vecina a decir que se le movían las lámparas de su casa y que así no había quién viese el concurso de palabras de la tele. Julia se fue a
dormir para levantarse temprano y poder entrenar antes de ir al colegio. Al día siguiente, en el patio, Julia cogió su comba, la puso doble para que fuera más
corta y empezó a dar saltos. Marta se acercó para saltar con ella pero Julia le dijo que no, que mejor entrenaban por separado.
- Dice papá que el campeonato hay que ganarlo y que, si entreno más que tú, quedaré
la primera.
Y Marta arrugó
mucho la frente porque no entendía lo que quería decir su amiga. Julia
le repitió las palabras de su padre pero Marta seguía sin comprender. Como llevaba cada una su comba, las cuerdas se enredaban al cruzarse y
las niñas no podían hablar tranquilas. Al final se separaron y siguieron dando vueltas por el patio en dirección contraria. En la hora de comedor, Marta le preguntó a la profesora qué quería decir originalidad.
- Pues algo es original —le dijo rascándose la cabeza— cuando nadie más lo hace. Si todos visten de verde y tú te pones una camisa azul, entonces eres original.
Marta se quedó
un ratito pensando y después se fue hasta la mesa donde comía Julia y le dejó una nota: “Ya sé qué es
original. Ya sé cómo vamos a ganar el campeonato. ”De camino a casa, saltando cada una con su comba y poniendo cuidado en que no se enredasen las cuerdas, Marta le contó a Julia qué significaba originalidad y le explicó su plan.
- Nadie, seguro que nadie, sabe saltar en pareja con una cuerda.
- Claro. ¡Podemos ir como las de la tele, vestidas iguales!
- Oye —Julia se detuvo en seco—, pero no puede enterarse nadie.
- ¿Por qué? ¿Por si nos copian?
- No, Marta. Porque si mi padre se entera se enfadará. Que dice que tengo que quedar la primera.
Marta dijo que sí con la cabeza y siguió saltando
un par de pasos por delante de ella, para que las cuerdas no se enredasen. Estuvieron toda
la semana haciendo planes a escondidas. Julia entrenaba
durante horas: en la calle, en casa, durante la cena; Marta a ratitos: mientras merendaba, viendo la tele, en el patio. Y cuando se juntaban en el cole y nadie las veía, saltaban juntas y decidían qué ropa se iban a poner, cómo saludarían con la mano libre, de qué color llevarían los lazos y, sobre todo, cómo lo harían para que el papá de Marta no
pudiera impedirlo.
- ¿Y no sería más fácil decirle la verdad? —dijo Marta una
mañana en el recreo.
- Es que está empeñado en que gane el campeonato.
- Pues vaya patata. Si lo ganamos las dos juntas seguro que se pone contento.
- Si ganamos... —Julia dejó la frase sin terminar.
El resto del
recreo, Marta habló del color de los lazos que se pondría y Julia se quedó callada, pensando en su padre. Llegó el
sábado, el día de campeonato. Julia se levantó temprano para prepararse, desayunó poquito,
que no le cabía nada de tan nerviosa que estaba, y se vistió como había planeado con Marta. Después, fue al baño y
se hizo dos coletas muy altas, sacó del cajón los lazos que
tenía preparados y sonrió delante del espejo. Cuando llegó al polideportivo, de la mano de su padre, se cruzó con su amiga, que llevaba dos coletas muy tirantes, la misma ropa que ella y lazos del mismo color. Se sentaron en las gradas, separadas, a esperar su turno.
- Ya sabes —le dijo su padre a Julia—. Tienes que aguantar más que ninguno.
- Sí, papá —contestó Julia sin mirar.
- No levantes la vista de los pies y no dejes que se enrede la cuerda.
- No, papá —Por el rabillo del ojo, Julia miraba a Marta, dos filas más atrás.
- Y, sobre todo, no te acerques a ningún otro participante porque seguro que buscan
pisar tu cuerda o distraerte para que te equivoques.
- Ay,
papá, para.
Los jueces dijeron uno a uno los nombres
de todos los participantes y un montón de niños, siete adultos y hasta tres
abuelos saltaron a la pista con sus combas en la mano. Julia y Marta se
miraron, bajaron las escaleras hasta la pista una delante de otra y, al
llegar, se pusieron juntas, sacaron la comba larga y así, cogiendo una de
cada lado, empezaron a saltar por la pista, poniendo cuidado en no chocarse
con ningún otro participante. Julia no se atrevía a mirar a las gradas por
si su padre estaba enfadado pero saludaba todo el rato con la mano libre.
Marta sí miraba. Y sonreía al pasar por
delante de su madre. Poco a poco se fueron eliminando concursantes
hasta que solo quedaron en la pista un niño muy alto, una mamá muy bajita
y ellas dos. Pero entonces Marta tropezó con la cuerda, se le enredó el
pie y se cayó de bruces contra el suelo, arrastrando a Julia con ella. La
mamá bajita se paró a ayudarlas y todo el público empezó a aplaudir al
niño alto que había quedado saltando solo en la pista. Desde el suelo,
Julia vio a su padre que levantaba los brazos, los dejaba caer de
golpe y gritaba: «¡NO!».31
Marta pudo ver a su madre, en pie, que le
preguntaba, moviendo mucho los labios para que la entendiera desde la
pista, si estaba bien. Y la niña le dijo que sí con la cabeza. Un juez se
acercó entonces a las niñas y les pidió que se sentasen, que iba a empezar la
entrega de trofeos. Y allí, en primera fila, con el resto de participantes,
Julia y Marta se sentaron cabizbajas.
- Primer
premio a la resistencia —dijo el juez— a Pedro Saltón.
Y todo el público se puso en pie para aplaudir
al niño alto, menos el papá de Julia.32
- Primer
premio a la originalidad —dijo el juez—para Julia y Marta Saltacombas.
Y todo el público se puso en pie para
aplaudir. Ellas no se lo podían creer, daban saltos y se abrazaban todo el
rato. Como solo tenían preparado premio para un participante, Julia se quedó el diploma
y Marta la medalla. Al volver hacia su sitio, Julia vio a su padre,
rojo de vergüenza, que sonreía y decía que sí con la cabeza. Después el juez
dijo:
- Y
premio especial del jurado al compañerismo y el espíritu deportivo para
Laura Combera.
g
Comprensión lectora:
¿Crees correcta la actitud del papá de Julia? ¿Por que?
¿ ¿Y la de la mamá de Marta?
¡ ¿Piensas que ganar es la parte más importante de los juegos y del deporte?
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